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Sábado 15 de Noviembre de 2025.

  • daniela0780
  • hace 3 días
  • 6 Min. de lectura

Jueces 2 (RVR1960) Patriarcas y Profetas



El ángel de Jehová en Boquim

1 El ángel de Jehová subió de Gilgal a Boquim, y dijo: Yo os saqué de Egipto, y os introduje en la tierra de la cual había jurado a vuestros padres, diciendo: No invalidaré jamás mi pacto con vosotros, 2 con tal que vosotros no hagáis pacto con los moradores de esta tierra, cuyos altares habéis de derribar; mas vosotros no habéis atendido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? 3 Por tanto, yo también digo: No los echaré de delante de vosotros, sino que serán azotes para vuestros costados, y sus dioses os serán tropezadero. 4 Cuando el ángel de Jehová habló estas palabras a todos los hijos de Israel, el pueblo alzó su voz y lloró. 5 Y llamaron el nombre de aquel lugar Boquim,[a] y ofrecieron allí sacrificios a Jehová.


Muerte de Josué

(Jos. 24.29-31)

6 Porque ya Josué había despedido al pueblo, y los hijos de Israel se habían ido cada uno a su heredad para poseerla. 7 Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. 8 Pero murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años. 9 Y lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, en el monte de Efraín, al norte del monte de Gaas. 10 Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel.


Apostasía de Israel, y la obra de los jueces

11 Después los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, y sirvieron a los baales. 12 Dejaron a Jehová el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y se fueron tras otros dioses, los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, a los cuales adoraron; y provocaron a ira a Jehová. 13 Y dejaron a Jehová, y adoraron a Baal y a Astarot. 14 Y se encendió contra Israel el furor de Jehová, el cual los entregó en manos de robadores que los despojaron, y los vendió en mano de sus enemigos de alrededor; y no pudieron ya hacer frente a sus enemigos. 15 Por dondequiera que salían, la mano de Jehová estaba contra ellos para mal, como Jehová había dicho, y como Jehová se lo había jurado; y tuvieron gran aflicción.


16 Y Jehová levantó jueces que los librasen de mano de los que les despojaban; 17 pero tampoco oyeron a sus jueces, sino que fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron; se apartaron pronto del camino en que anduvieron sus padres obedeciendo a los mandamientos de Jehová; ellos no hicieron así. 18 Y cuando Jehová les levantaba jueces, Jehová estaba con el juez, y los libraba de mano de los enemigos todo el tiempo de aquel juez; porque Jehová era movido a misericordia por sus gemidos a causa de los que los oprimían y afligían. 19 Mas acontecía que al morir el juez, ellos volvían atrás, y se corrompían más que sus padres, siguiendo a dioses ajenos para servirles, e inclinándose delante de ellos; y no se apartaban de sus obras, ni de su obstinado camino. 20 Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y dijo: Por cuanto este pueblo traspasa mi pacto que ordené a sus padres, y no obedece a mi voz, 21 tampoco yo volveré más a arrojar de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió; 22 para probar con ellas a Israel, si procurarían o no seguir el camino de Jehová, andando en él, como lo siguieron sus padres. 23 Por esto dejó Jehová a aquellas naciones, sin arrojarlas de una vez, y no las entregó en mano de Josué.


Comentario del Capitulo



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Capítulo 40 Balaam


La prosperidad del pueblo de Dios se presenta aquí mediante algunas de las más bellas figuras ofrecidas por la naturaleza. El profeta compara a Israel a los valles fértiles cubiertos de abundantes cosechas; a huertos florecientes regados por manantiales inagotables; al perfumado árbol de sándalo y al majestuoso cedro. Esta última figura es una de las más hermosas y apropiadas que se encuentran en la Palabra inspirada. El cedro del Líbano era honrado por todos los pueblos del Oriente. El género de árboles al que pertenece se encuentra dondequiera que el hombre haya ido, por toda la tierra. Florecen desde las regiones árticas hasta las zonas tropicales, y si bien gozan del calor, saben arrostrar el frío; brotan exuberantes en las orillas de los ríos, y no obstante, se elevan majestuosamente sobre el páramo árido y sediento. Clavan sus raíces profundamente entré las rocas de las montañas, y audazmente desafían la tempestad. Sus hojas se mantienen frescas y verdes cuando todo lo demás ha perecido bajo el soplo del invierno. Sobre todos los demás árboles, el cedro del Líbano se distingue por su fuerza, su firmeza, su vigor perdurable; y se lo usa como símbolo de aquellos cuya vida “está escondida con Cristo en Dios”. Colosenses 3:3. Las Escrituras dicen: “El justo florecerá como la palma: crecerá como cedro en el Líbano”. Salmos 92:12. La mano divina elevó el cedro a la categoría de rey del bosque. “Los cipreses no fueron semejantes a sus ramas ni los castaños fueron semejantes a su ramaje”. Ezequiel 31:8. El cedro se usa a menudo como emblema de la realeza; y su empleo en la Escritura, para representar a los justos, demuestra cómo el cielo considera y aprecia a los que hacen la voluntad de Dios.


Balaam profetizó que el rey de Israel sería más grande y más poderoso que Agag. Tal era el nombre que se daba a los reyes de los amalecitas, entonces nación poderosa; pero Israel, si era fiel a Dios, subyugaría a todos sus enemigos. El Rey de Israel era el Hijo de Dios; su trono se había de establecer un día en la tierra, y su poder se exaltaría sobre todos los reinos terrenales.


Al escuchar las palabras del profeta, Balac quedó abrumado por la frustración de su esperanza, por el temor y la ira. Lo indignaba el hecho de que Balaam se hubiera atrevido a darle la menor promesa de una respuesta favorable, cuando todo estaba resuelto contra él. Miraba con desprecio la conducta transigente y engañosa del profeta. El rey exclamó airado: “Ahora huye a tu lugar; yo dije que te honraría, pero Jehová te ha privado de honra”. La contestación que recibió el rey fue que se le había prevenido que Balaam únicamente podría pronunciar el mensaje dado por Dios. Antes de volver a su pueblo, Balaam emitió una hermosísima y sublime profecía con respecto al Redentor del mundo y a la destrucción final de los enemigos de Dios:


“Lo veo, mas no ahora; lo contemplo,

mas no de cerca: Saldrá estrella de Jacob,

se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab

y destruirá a todos los hijos de Set”.


Y concluyó prediciendo el exterminio total de Moab y de Edom, de Amalec y de los cineos, con lo que privó al rey de los moabitas de todo rayo de esperanza.


Frustrado en sus esperanzas de riquezas y de elevación, en desgracia con el rey, y sabiendo que había incurrido en el desagrado de Dios, Balaam volvió de la misión que se había impuesto a sí mismo. Después de llegar a su casa, lo abandonó el poder del Espíritu de Dios que lo había dominado, y prevaleció su codicia, que hasta entonces había sido tan solo refrenada. Estaba dispuesto a recurrir a cualquier ardid para obtener la recompensa prometida por Balac. Balaam sabía que la prosperidad de Israel dependía de obedecer a Dios y que no había manera alguna de ocasionar su ruina sino induciéndolo a pecar. Decidió entonces conseguir el favor de Balac, aconsejándoles a los moabitas el procedimiento que se debía seguir para traer una maldición sobre Israel.


Regresó inmediatamente a la tierra de Moab y expuso sus planes al rey. Los moabitas mismos estaban convencidos de que mientras Israel permaneciera fiel a Dios, él sería su escudo. El proyecto propuesto por Balaam consistía en separarlos de Dios, induciéndolos a la idolatría. Si es posible hacerlos participar en el culto licencioso de Baal y Astarté, ello los enemistaría con su omnipotente Protector, y pronto serían presa de las naciones feroces y belicosas que vivían en derredor suyo. De buena gana aceptó el rey este proyecto, y Balaam mismo se quedó allí para ayudar a realizarlo.


Balaam presenció el éxito de su plan diabólico. Vio cómo caía la maldición de Dios sobre su pueblo y cómo millares eran víctimas de sus juicios; pero la justicia divina que castigó el pecado en Israel no dejó escapar a los tentadores. En la guerra de Israel contra los madianitas, Balaam fue muerto. Había presentido que su propio fin estaba cerca cuando exclamó: “¡Qué muera yo la muerte de los rectos, y mi fin sea como el suyo!” Pero no había escogido la vida de los rectos, y tuvo el destino de los enemigos de Dios.”








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