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Viernes 7 de Noviembre 2025.

  • daniela0780
  • 7 nov
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Josue 18 (RVR1960) Patriarcas y Profetas



Territorios de las demás tribus

1 Toda la congregación de los hijos de Israel se reunió en Silo, y erigieron allí el tabernáculo de reunión, después que la tierra les fue sometida.


2 Pero habían quedado de los hijos de Israel siete tribus a las cuales aún no habían repartido su posesión. 3 Y Josué dijo a los hijos de Israel: ¿Hasta cuándo seréis negligentes para venir a poseer la tierra que os ha dado Jehová el Dios de vuestros padres? 4 Señalad tres varones de cada tribu, para que yo los envíe, y que ellos se levanten y recorran la tierra, y la describan conforme a sus heredades, y vuelvan a mí. 5 Y la dividirán en siete partes; y Judá quedará en su territorio al sur, y los de la casa de José en el suyo al norte. 6 Vosotros, pues, delinearéis la tierra en siete partes, y me traeréis la descripción aquí, y yo os echaré suertes aquí delante de Jehová nuestro Dios. 7 Pero los levitas ninguna parte tienen entre vosotros, porque el sacerdocio de Jehová es la heredad de ellos; Gad también y Rubén, y la media tribu de Manasés, ya han recibido su heredad al otro lado del Jordán al oriente, la cual les dio Moisés siervo de Jehová.


8 Levantándose, pues, aquellos varones, fueron; y mandó Josué a los que iban para delinear la tierra, diciéndoles: Id, recorred la tierra y delineadla, y volved a mí, para que yo os eche suertes aquí delante de Jehová en Silo. 9 Fueron, pues, aquellos varones y recorrieron la tierra, delineándola por ciudades en siete partes en un libro, y volvieron a Josué al campamento en Silo. 10 Y Josué les echó suertes delante de Jehová en Silo; y allí repartió Josué la tierra a los hijos de Israel por sus porciones.


11 Y se sacó la suerte de la tribu de los hijos de Benjamín conforme a sus familias; y el territorio adjudicado a ella quedó entre los hijos de Judá y los hijos de José. 12 Fue el límite de ellos al lado del norte desde el Jordán, y sube hacia el lado de Jericó al norte; sube después al monte hacia el occidente, y viene a salir al desierto de Bet-avén. 13 De allí pasa en dirección de Luz, al lado sur de Luz (que es Bet-el), y desciende de Atarot-adar al monte que está al sur de Bet-horón la de abajo. 14 Y tuerce hacia el oeste por el lado sur del monte que está delante de Bet-horón al sur; y viene a salir a Quiriat-baal (que es Quiriat-jearim), ciudad de los hijos de Judá. Este es el lado del occidente. 15 El lado del sur es desde el extremo de Quiriat-jearim, y sale al occidente, a la fuente de las aguas de Neftoa; 16 y desciende este límite al extremo del monte que está delante del valle del hijo de Hinom, que está al norte en el valle de Refaim; desciende luego al valle de Hinom, al lado sur del jebuseo, y de allí desciende a la fuente de Rogel. 17 Luego se inclina hacia el norte y sale a En-semes, y de allí a Gelilot, que está delante de la subida de Adumín, y desciende a la piedra de Bohán hijo de Rubén, 18 y pasa al lado que está enfrente del Arabá, y desciende al Arabá. 19 Y pasa el límite al lado norte de Bet-hogla, y termina en la bahía norte del Mar Salado, a la extremidad sur del Jordán; este es el límite sur. 20 Y el Jordán era el límite al lado del oriente. Esta es la heredad de los hijos de Benjamín por sus límites alrededor, conforme a sus familias.


21 Las ciudades de la tribu de los hijos de Benjamín, por sus familias, fueron Jericó, Bet-hogla, el valle de Casis, 22 Bet-arabá, Zemaraim, Bet-el, 23 Avim, Pará, Ofra, 24 Quefar-haamoni, Ofni y Geba; doce ciudades con sus aldeas; 25 Gabaón, Ramá, Beerot, 26 Mizpa, Cafira, Mozah, 27 Requem, Irpeel, Tarala, 28 Zela, Elef, Jebús (que es Jerusalén), Gabaa y Quiriat; catorce ciudades con sus aldeas. Esta es la heredad de los hijos de Benjamín conforme a sus familias.


Comentario del Capitulo



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Capítulo 39 La conquista de Basan


Después de rodear a Edom por el sur, los israelitas se volvieron hacia el norte y otra vez se dirigieron hacia la tierra prometida. Su camino pasaba ahora por una alta y vasta llanura refrescada por las brisas vivificantes de las colinas. Fue un cambio grato después del valle árido y calcinante por el cual habían viajado, así que avanzaban llenos de ánimo y esperanza. Habiendo atravesado el arroyo de Zered, pasaron al oriente de la tierra de Moab; pues se les había dado la orden: “No molestes a Moab ni le hagas la guerra, pues no te daré posesión de su tierra, porque yo he dado a Ar como heredad a los hijos de Lot”. Véase Deuteronomio 2. Y se les repitió la misma orden con respecto a los amonitas que eran también descendientes de Lot.


Continuando hacia el norte, los ejércitos de Israel llegaron pronto a la tierra de los amorreos. Este pueblo fuerte y guerrero ocupaba originalmente la parte sur de la tierra de Canaán, pero al aumentar en número, cruzaron el Jordán, guerrearon con los moabitas y les quitaron una parte de su territorio. Allí se establecieron, y dominaban sin oposición toda la tierra desde el Arnón hasta el Jaboc en el norte. El camino que los israelitas deseaban seguir para ir al Jordán pasaba directamente por ese territorio, y Moisés le envió un mensaje amistoso a Sehón, rey de los amorreos, en su capital: “Pasaré por tu tierra por el camino; por el camino iré, sin apartarme a la derecha ni a la izquierda. La comida me la venderás por dinero, y comeré; el agua también me la darás por dinero, y beberé; solamente pasaré a pie”. La respuesta fue una negativa terminante, y todos los ejércitos de los amorreos fueron convocados para oponerse al paso de los invasores.


Este ejército formidable aterrorizó a los israelitas que distaban mucho de estar preparados para sostener un encuentro con fuerzas bien pertrechadas y disciplinadas. Los enemigos le aventajaban ciertamente en capacidad para la guerra, y a juzgar por las apariencias humanas, pronto acabarían con él.


Pero Moisés mantuvo fija la mirada en la columna de nube, y alentó al pueblo con el pensamiento de que la señal de la presencia de Dios estaba aun con ellos. Al mismo tiempo les mandó que hicieran todos los esfuerzos humanos posibles a fin de prepararse para la guerra. Sus enemigos estaban ansiosos de librar batalla, en la seguridad de que raerían de la tierra a los israelitas. Pero el jefe de Israel había recibido la orden del Dueño de todas las tierras: “Levantaos, salid, y pasad el arroyo Arnón. Yo he entregado en tus manos a Sehón, rey de Hesbón, el amorreo, y a su tierra. Comienza a tomar posesión de ella y entra en guerra con él. Hoy comenzaré a poner tu temor y tu espanto sobre los pueblos debajo de todo el cielo, que al escuchar tu fama temblarán y se angustiarán delante de ti”.


Estas naciones que estaban situadas en los confines de Canaán se habrían salvado si no se hubieran opuesto al progreso de Israel en desafío de la palabra de Dios. El Señor se había mostrado longánime, sumamente bondadoso, tierno y compasivo, aun hacia esos pueblos paganos. Cuando en visión se le mostró a Abraham que su posteridad, los hijos de Israel, serían extranjeros en tierra ajena durante cuatrocientos años, el Señor le prometió: “En la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad del amorreo”. Génesis 15:16.


Aunque los amorreos eran idólatras que por su gran iniquidad habían perdido todo derecho a la vida, Dios los toleró cuatrocientos años y les dio pruebas inequívocas de que él era el único Dios verdadero, el Hacedor de los cielos y la tierra. Ellos conocían todas las maravillas que Dios había realizado al sacar de Egipto a los israelitas. Les dio suficiente evidencia; y podrían haber conocido la verdad, si hubieran querido apartarse de su idolatría y de su vida licenciosa. Pero rechazaron la luz, y se aferraron a sus ídolos.








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